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Invierno: tazas humeantes, cristales empañados, manta, castañas asadas, chocolate caliente...
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Vin chaud en Francia, mulled wine en inglés, glögg en Suecia, gløgg en danés y en noruego, glögi en finlandés, glühwein en alemán, grazniec en polaco, svařené víno en checo, vin brulé en italiano… Una misma palabra en múltiples idiomas que da nombre a una de las bebidas más consumidas en estas fechas: el vino caliente.
Los ingredientes esenciales del vino caliente son, obviamente el vino (tinto o blanco), cáscaras de naranja, canela en rama, azúcar, vainilla en vainas y clavo, aunque cada país le pone su "ingrediente estrella". Así, en Polonia el grazniec se prepara con miel, y en los países escandinavos es una mezcla de vino, con alcohol de cereales o vodka. Basta con un simple vaso para que esta bebida cumpla su cometido: hacernos entrar en calor.
Realmente nadie se pone de acuerdo en sus orígenes: la India colonizada por los ingleses, Suecia, Alemania… Lo cierto es que hoy en día está presente en todos y cada uno de los mercadillos navideños más importantes de Europa, y no puede faltar en casi ningún puesto, acompañado de galletas de jengibre, bollos de canela y azafrán, pastelitos de pasas y almendras, o incluso… ¡salchichas!El vino caliente es muy fácil de preparar. Necesitamos vino (tinto o blanco, al gusto), piel de naranja (sin la parte blanca), azúcar o miel al gusto, canela en rama, una vaina de vainilla y unos cuantos clavos. Es recomendable dejarlo todo macerando la noche anterior, y calentarlo cuando se vaya a servir, pero podemos hacerlo directamente para consumirlo. Es muy importante que el vino no llegue a hervir, porque perdería alcohol y en consecuencia, gran parte de sus propiedades caloríficas. Basta calentarlo hasta que el azúcar o la miel se hayan deshecho en su totalidad. Apartar del fuego y dejar reposar 5 minutos antes de servir. En los países de más tradición utilizan un recipiente de cristal resistente al calor calentado por una vela (similar a los quemadores de esencias) que impide que el vino se enfríe y permite servirlo siempre en su temperatura adecuada.
Y vosotros, ¿habéis probado el vino caliente?
La tartiflette es una receta relativamente moderna: su origen tiene lugar en las regiones de Saboya y Alta-Saboya (Francia) en la década de los 80, y está inspirada en un plato tradicional a base de patatas, cebollas y queso reblochon, elaborado en una sartén de mango muy largo llamada péla en francoprovenzal. El Sindicato Interprofesional del Queso Reblochón fue quien realmente ideó y difundió esta receta para impulsar y redoblar las ventas de este queso, que iban de mal en peor. Los habitantes de estas zonas de Saboya no oyeron hablar de la tartiflette hasta que este plato dominó los menus de los restaurantes de las estaciones de esqui. Hoy en dia es sinónimo de autenticidad e imagen montañera, e incluso hay multiples variantes y recetas para prepararlo. En la foto, puesto típico saboyardo en un mercadillo de la Défénse, en París, donde preparan tartiflette.
En casa, la que siempre ha cocinado mi padre (a quien agradezco esta receta) es algo así como esta:
Cocer las patatas sin pelar en agua con sal. Cuando estén listas y con cuidado de no quemaros, pelarlas y cortarlas en rodajas medianas. Saltearlas en una sartén con la cebolla picadita y el bacon. Añadir el vino blanco y dejar 5 minutos a fuego medio. Colocar todo en una fuente para horno y cubrir con el queso cortado en taquitos, pequeñas porciones, lonchas, etc a gusto de los consumidores... Meter al horno, que previamente habremos precalentado a unos 210ºC, hasta que esté el queso fundido y dorado. Servir caliente. Perfecto para acompañar un buen plato de salchichas o con una ensalada como plato único.
Atrás quedaron ya los tiempos donde las madres o abuelas, cuando entraba el invierno, sacaban las mantas de los armarios para vestir las camas de la casa. Aquellas pesadas mantas de lana o sintéticas que, junto con las sábanas, nos remetían por debajo del colchón para que no nos destapásemos por la noche.
Hoy en día los edredones nórdicos han sustituido a las mantas, que han quedado prácticamente relegadas al sofá como complemento de la siesta o de una buena peli. Pero no son exactamente como las de antes: se han adecuado a su función actual. Mantas hechas artesanalmente de punto, de forro polar, de patchwork, de algodón, de colores llamativos, con estampados… Aún recuerdo cuando entró el primer edredón nórdico en mi casa. Ya de por sí me costaba madrugar y aquello de hacer la cama por la mañanas se me hacía cuesta arriba, así que mi madre pensó que sería más fácil si sólo debía estirar el edredón antes de irme al cole. Un edredón de plumas que compró en Marks & Spencer (cuando aún tenían tienda en Madrid) y una funda fucsia y blanca de rayitas.
Los edredones nórdicos abrigan tanto o más que las mantas y pesan bastante menos, pero no todos son iguales. Deberemos prestar atención al elegirlos:
-El relleno. Si el relleno es de fibras (naturales como el algodón o sintéticas como la guata) hay que tener en cuenta que tienen menos poder aislante que los de plumas, pero por el contrario se pueden lavar en casa y evitan alergias. Si el relleno es de pluma debemos buscar que mezcle pluma y plumón (a más cantidad de plumón, mayor poder calorífico y aislante).
-El gramaje, que debe estar especificado por cada fabricante. Es el calor que nos dará el edredón: a más gramaje, más calor. Deberemos elegirlo en función de lo frioleros o calurosos que seamos y de la temperatura de nuestra habitación.
-El exterior. Los mejores edredones están recubiertos por algodón 100% y cosidos “a cuadraditos”. Así nos aseguramos que el relleno no se mueve más de lo necesario y evitaremos que haya zonas que se queden vacías, y no nos abriguen.
Para su limpieza es muy importante seguir las indicaciones del fabricante y, si se tienen dudas, llevarlo a un centro de limpieza especializado (una tintorería, por ejemplo). Esto, y la elección de una buena funda que lo proteja serán aspectos esenciales para que nuestro edredón dure tanto o más como las mantas de nuestras abuelas.
No hay nada mejor para el invierno que proveerse de un buen edredón. Felices (y edredonados!) sueños.
Tazas humeantes, cristales empañados, manta, castañas asadas, chocolate caliente… Dos vueltas de bufanda. Dos pares de calcetines. Invierno. ¿Qué os sugiere todo esto?
Aquí no vais a encontrar las últimas novedades en moda baño, una receta para hacer granizado de limón casero, o nuestras aventuras en las últimas playas que hemos visitado. Sin embargo, si disfrutas cuando los termómetros comienzan a marcar números de una sola cifra, tu plan ideal para una tarde de sábado incluye libro, manta y chimenea, o en tu armario hay más forros polares y botas de invierno que vestidos y sandalias: enhorabuena, has llegado al que esperamos sea tu lugar.
Esperemos que lo disfrutéis. Bienvenid@s.