lunes, 12 de diciembre de 2011

Los habitantes del Círculo Polar: los Sami


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Sin duda es el mejor ejemplo de supervivencia en territorios que se extienden más allá del Círculo Polar Ártico. Son los Samis o Saamis (no se utiliza la palabra “lapón”, que tiene para ellos connotaciones despectivas), un pueblo indígena que se extiende por terreno Sapmi: norte de Noruega, Suecia, Finlandia, y el noroeste de Rusia. Es uno de los más reducidos del mundo y se cree que el último indígena de Europa. Hay datos que confirman la existencia de samis en la Edad del Hielo, hace aproximadamente 10.000 años. Eran tribus nómadas que se dedicaban primordialmente a la caza y la pesca. Más tarde se dedicaron a la cría de renos, actividad que actualmente mantiene sólo una décima parte de la población, eso sí, sustituyendo los perros y los esquís por modernas motos de nieve e incluso teléfonos móviles. Los sami se han adaptado a la vida moderna, pero conservando plenamente su identidad. Se calcula que la población sami ronda actualmente las 100.000 personas, más de la mitad de las cuales habitan en territorio noruego. Durante muchos años fueron un pueblo oprimido y en peligro de extinción. Hoy en día tienen bandera y parlamento propios.

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La cultura sami se asienta en tres pilares fundamentales: la lengua sami, la cría de renos y la artesanía.

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-Lengua sami: Existen diez lenguas samis distintas, seis de las cuales tienen las mismas raíces. Sin embargo estamos hablando de más que dialectos: un sami que viva en el norte puede no entender lo que dice uno que habite en el sur y viceversa. El sami proviene de familia de las lenguas urálicas, como el finés, el estonio o el húngaro, aunque también utilizan palabras de influencia germánica, La mayoría de samis hablan también el idioma de la región en la que viven (noruego, finés, sueco y ruso). El idioma sami, por ejemplo tiene unas 400 palabras para referirse a un reno, y otras tantas para nombrar al hielo y la nieve.

-Cría de renos: es la principal actividad de los samis. Del reno lo aprovechan todo: es su medio de transporte principal, la carne les sirve de alimento, cuernos y huesos para la artesanía, y la piel y el cuero para ropa y calzado. Incluso la vida cotidiana del pueblo sami se rige por ocho temporadas, las cuales coinciden con los períodos de cría y reproducción del reno: partos, marcación, recuento, castración, matanza… En invierno permanecen en las regiones más frías del territorio y llegada la primavera, se trasladan a las zonas costeras en un viaje muy largo, durmiendo en lawoos (tiendas típicas). Únicamente los que se dedican a la trashumancia de renos siguen viviendo en tiendas. El resto las ha cambiado por confortables cabañas de troncos, muchas de ellas incluso con acceso a internet y cuyo centro sigue siendo una gran fuego.

-Artesanía: La artesanía surgió como respuesta a una necesidad: sirviéndose de las materias primas que les rodeaban en el medio natural (madera, hueso, cuero, piel, raíces), podían fabricar objetos cotidianos: (tazas, calzado, ropa, cuchillos, pequeñas joyas, cestos, bolsos) En la actualidad, la artesanía representa una fuente de ingresos adicional para la familia.


El traje sami: el kolt

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El kolt o traje tradicional sami ha pasado de usarse como ropa de trabajo, a vestirse únicamente  en ocasiones especiales. 
El corte es distinto dependiendo del sexo de quien lo lleve, y en ocasiones del estado civil, la edad y el lugar del que provenga, pero los colores son comunes a todos: azul, verde, rojo y amarillo (los mismos colores que la bandera sami). 
Como no podía ser de otra forma, el material del que están hechos son derivados del reno, lanas, y distintas pieles. 
Los más modernos incluyen sedas, terciopelos y otros materiales sintéticos. 
El conjunto se completa con cinturones, gorros, manoplas y unos simpáticos zapatos con pelo de reno. 


El Yoik, o canto tradicional sami

Los Samis pueden presumir también de tener la forma de expresión musical más antigua de Europa, si bien hace años fue considerado objeto de persecución, e incluso el que cantaba yoik podía ser condenado a muerte, ya que se relacionaba con la brujería y el paganismo.
No hay una única forma de yoik. El yoik es la forma que tienen los samis de describir su relación con todo lo que les rodea: la naturaleza, el amor, un lugar… y por eso cada yoik es distinto según quién lo cante.


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El afán de supervivencia ha hecho de los samis un pueblo fuerte, tanto como por los rigores del invierno como por la represión política y social que han sufrido a lo largo de los tiempos. Los samis son la mejor representación de que el pasado puede convivir con la civilización y los avances tecnológicos, y que se puede participar de sus tradiciones lejos los montajes turísticos y escenarios teatralizados.

Los samis. Una cultura que sin duda merece la pena conocer.

jueves, 1 de diciembre de 2011

Inviernos de nuestra infancia: el calendario de adviento

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Cuando somos pequeños no existen las estaciones del año: nuestro calendario lo marcan las vacaciones escolares. Así, el otoño significaba la vuelta al cole, el invierno estaba directamente relacionado con las vacaciones de Navidad, la primavera, con Semana Santa y Pascua, y el verano traía el fin del curso escolar. Como en este blog nos interesa todo lo que tenga que ver con el período invernal, con este post empezamos serie relacionada con los recuerdos de la infancia que conservamos acerca de la época más fría del año.



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Lo que definitivamente me hacía ser consciente de que llegaba el invierno a casa era abrir la primera ventanita del calendario de adviento que mi madre nos regalaba cada año. Eso significaba que sólo me separaban 24 días de la nochebuena y de los regalos que el señor gordito vestido de rojo dejaba en casa de mis abuelos, y que tan sólo uno o dos días más tarde cambiábamos la ciudad por las montañas para esperar la visita de los Magos de Oriente.




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Se cree que el calendario de adviento tiene su origen en la Alemania protestante de mediados del siglo XIX. Las familias pintaban 24 líneas con un trozo de tiza en las paredes y los niños eran los encargados de ir borrando una línea por día hasta nochebuena. Otras familias pegaban imágenes relacionadas con la Navidad, escribían pasajes bíblicos o encendían una vela cada semana hasta completar cada uno de los cuatro domingos de adviento.
El primer calendario impreso apareció a principios del siglo XX gracias a Gehrand Lang. Se trataba de 24 imágenes que había que recortar y pegar en una pieza de cartón. Años más tarde lo perfeccionó, incluyéndole 24 pequeñas ventanas.
Durante la ocupación nazi, se prohibieron los calendarios debido al racionamiento del papel y el cartón, y la población buscó alternativas: saquitos con dulces, casilleros con pequeñas figuras, etc
Después de la guerra, Richard Sellmer, propietario de una imprenta, resucitó el negocio. Hoy en día incluso se pueden comprar sus calendarios por internet: http://www.sellmer-verlag.de/shop3/index.php
No fue hasta 1958 cuando se comercializaron los calendarios que tenían una chocolatina detrás de cada ventanita.

Los primeros calendarios que tuvimos en casa, simplemente tenían un dibujito en cada casilla: unos representaban figuras del belén, otros eran juguetes, algunos tenían purpurina... pero los que más nos gustaban eran los que tenían chocolate, que todo sea dicho, estaba malísimo. ¡¡Lo que nos hacía ilusión era abrir y descubrir la figurita!!

Y vosotros, ¿habéis abierto hoy la primera ventanita del calendario de este año? ;)